Entre tu y yo hubo un precipicio. Una pendiente infinita que siempre me pareció fácil de saltar. La distancia no parecía demasiado amplia a pesar de la profundidad. Pero entonces empezaron a llover las enormes piedras. El abismo se fue llenando y el muro empezó a crecer. Decidí cruzarlo, de prisa, y las rocas firmes de bordes irregulares y sólidos cayeron sobre mis manos. Mi sangre todavia ayuda a construir el muro. ¿Qué si quiero? me preguntas y sólo me queda el recuerdo de que, tal vez, ayer u otro día una roca despedazó mi corazón.
Ya no estoy segura.
1 comment:
Miserable que hiso
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