Tuesday, April 7, 2009

La caida infinita

Y pensar que ese amor que era mi felicidad entera, esa que siempre anduve buscando y que me parecía el invento ridículo de quien no entiende la vida, estuvo ahí.
Estas ahí. De pronto ahí, mirándome cos tus ojitos caídos al final. Melancólicos. Escondidos detrás de las gafas como para asomarse al mundo sin que el mundo los pueda tocar. Y me mirabas...

Estas ahora, convertido, ahora, en un abismo infinito por el que caigo continuamente y sin reventar. Flotando, bajando, sufriendo, deshaciéndome esperando el final que no llega. Caigo, caigo, caigo pero no logro el suelo.
Sin final y sin golpe.
Sin suelo ni muerte.
Sólo el descenso de un dolor interminable que no entiendo. Asimétrico. Todavía asimétrico, hoy y por siempre.

Aguantar respirando. Olvidar que sigo cayendo, vivir como si la vida fuera posible en la precipitación acelerada de un cuerpo que se dirige hacia la nada rotunda.

Monday, April 6, 2009

Digresiones futiles

Tú sabes como me gusta pensar en la muerte: Consuelo en las horas amargas y premio en las horas felices. Me gusta pensar en como será el día en que me muera, y pensar que pensarán y que sentirán quienes me conocen o me conocieron o simplemente se enteran de una muerte más que no cambia nada y que será olvidada como todas las otras muertes.

Y últimamente me ha dado por pensar que pensarías tú si me muero. Evidentemente te ha de parecer una bobería, y lo es; pero no deja de divertirme la sensación de mi muerte ante tus ojos. Tú no te enterarás primero. Eso es seguro. Lo sabrás ya tarde. Tal vez lo sepas por algún error o coincidencia o un simple designio de la providencia te lo informe: ha muerto. Se murió. Dejó este mundo. Me encantaría que te llegara esta carta, porque sería como la prueba de que estas reflexiones inútiles no lo fueron totalmente. Y que mi muerte te busca. Te sigue buscando. Te encuentra.

¿Cómo te enterarías de que me he muerto? ¿Cuánto tiempo pasará sin que lo sepas? A veces me gusta pensar que tu corazón lo presentirá, porque después de todo me querías y justo entonces te darías cuenta. Una tragedia. Y me imagino que te atrapa la inquietud, más de lo que te tiene moviéndote, y sientes un desasosiego demencial que te obliga a llamarme y tal vez ahí te cuenta que me morí. Y tu sabes que en el fondo ya lo sabías. Y te duele no haberme llamado antes para decirme cualquier cosa que has estado pensando hace sólo unos días. Un día antes, un par de días.

Pero esa es un visión muy romántica propia de las princesitas de siglo XIX que ya hace tiempo se acabo. Una visión que incluye que tú estas ligado a mi, pues soy yo el único ser en el universo cuya corazón siempre oyes. La falta de mis latidos, de mi, en este mundo será tan perceptible como el silencio incomodo. Un amor. Uno solo. No es así. !cliche! Lugar común. Vulgar. Ridículo, sí, así se simple.

Así que me imagino que me muero y trato de encontrar cuales serán los caminos mediante los cuales la noticia te alcanza. ¿Será un epitafio en El Tiempo, que lees por la mañana en medio del ritual de la procrastinación? ¿Tal vez ya no procrastinas y yo no lees, pero tus amigos, algúno siquiera sí… te llamará para contarte. ¿Que palabras escogería?. «¿Has vuelto a hablar con P?… creo que sería bueno que llames a su casa parece que tuvo un accidente», porque sabrá más que tú lo que podría dolerte. «¿cómo así?» dirás sorprendido, impaciente como eres. «Sí parece… parece que algo le pasó», se defenderá sin saber como decírtelo.

Podría decirte: «P se murió». Y harás silencio, un silencio abismal… el abismo por donde cae tu corazón. Pero puede también que la noticia te alcance a través de alguno de nuestros amigos. A le dice a J por Facebook y llama y te dice: «que como que p se murió…» y tu llamas a tu papá y le preguntas para que averigüe… «¿cómo así? Que vaina… ¿qué le pasó?». Y llamará para averiguar seguramente con mi mamá, aunque primero intentara corroborar la noticia en alguna parte… la oficina del abuelo, la universidad.. no se. En alguna parte donde esa pregunta en caso de ser falsa no sea un escandaloso bochorno.

Pero también puede ser que la noticia te llegue por medio de alguien muy insólito, no se quien… pero me imagino que la noticia se empieza a derramar como el agua y a ampliarse de manera que encuentra conductos muy irregulares… tal vez te enteras una semana después y te preguntas como no supiste antes, como puede ser que después de haber sido, hoy ya no sea nada. Un cadaver. Y pensaras que hubieras preferido hablarme o te alegraras de no haberlo hecho. Y necesariamente habrás de acordarte que conmigo se mueren la masita, el pingüino, el bebe hermoso y el perro Zarnoso. Un alivio, un desprendimiento. Un dolor infinito, una falta que no se cura.

Y todas estas reflexiones me gustan... no porque sienta que sufrirás, -aunque no descarto que así sea-. No es una venganza, es el sentido trágico el que me llama. Tras mi muerte, y sólo entonces, podrás ver con perspectiva el sentido. Porque ya no habrá despúes. El mundo, el tiempo se detienen, ahí, en ese punto. Queda, lo que quedó... como un latigo, como un copo de nube, sutil.

Y si me quisiste o no, si te remuerde en algo esa manera de encerrarte detrás de tus problemas para dejarme viendo solo la caparazón insufrible de tu egoísmo… ya no será mi problema... será el tuyo.

Pero es un pobre consuelo.

Es una idea que me entristece más que la despedida; porque no deja de ser un final entupido para una realidad contundente.

¿Y vendrías a mi entierro? No se. Creo que no. ¿Para que? ¿con que título ¿y a hacer qué?…
¿cambiaran tus días? ¿por lo menos dos de ellos?… ¿podrás dormirte con tranquilidad?… ¿cuanto tiempo apareceré en sus sueños? ¿Aparezco aún?
Y las cosas materiales, que divertidas y engorrosas se tornan entonces. ¿Que harás con ellas? ¿las traes? ¿y si no las traes las dejas envejecer ahí y luego las botas el bolsas negras con los papeles y chucherías que acumulaste? para que finalmente los desperdicios seamos uno.

Y el gran final, es lo rápido que desapareceré de la memoria colectiva y de tu memoria. Tal vez viejo vencido y a las puertas de tu propia muerte lleguen mis recuerdos para hacerte sonreír te acordaras de algún detalle tonto que te moverá el corazón, y suspiraras el último aire pensando el mi. Tal vez te estaré esperando del otro lado. Tal vez no haya otro lado. Y entonces finalmente el objeto de mi dolor, y mi dolor serán uno: nada.